12 de octubre de 2011

Rutina, echar de menos y correr.


Acostumbrada y a la vez no, mi mirada se desliza entre los árboles que llegan infinitos hasta unirse con el firmamento donde el sol trepó hace unos minutos cubriendo de una tenue y fresca luz las amplias calles de Rivendale. La acomodada zona residencial donde vivo, repartida entre amplios campos salpicados de toda clase de árboles y casas grandes con ventanas blancas y jardín. Un aire frío y encantador envuelve mi respiración rítmica y acelerada. Mis pies rozan el asfalto de la recién amanecida calle mientras yo alcanzo la mitad de mi recorrido matutino. Deben ser algo menos de las siete, respiro profundamente el aire que tanto me va a faltar y reflexiono. Maravilloso ejercicio correr, más si es en estas condiciones, con estas vistas, con esta temperatura. En algo más de una hora estaré dirigiéndome apresurada a la parada del autobús que me llevará a clase donde me espera un día más, normalillo, similar a los anteriores. Rutina. Tan monótona y encantadora. Rutina que te hace normal el desarrollo de unos días tan escasos. Mi rutina de aquí, echar de menos y no querer dejar de hacerlo, significando eso volver y terminar esta aventura, rompiendo esta rica monotonía. Correr mientras contemplo cada fogonazo de grandiosidad en estos lares y volar con la mente hasta donde se encuentra mi otra vida, tan lejana ahora y tan inevitablemente inminente. 
Rutina, echar de menos y correr.


14/9/11.

Primer fin de semana.



Qué bien sabe, qué rápido ha terminado mi primera semana y qué buena pinta tiene esto.
El viernes nos quedamos en casa (mmm... Como en ningún sitio) e hicimos una de las actividades más espectaculares que se puedan hacer sin salir a la calle. Pusimos un proyector gigantesco en lo que es la pinada de la parte de atrás del jardín de tal manera que desde todas las ventanas o puertas de ese lado de la casa y desde luego desde los sofaes situados en un porchecito con lona en la terraza puedes ver la peli que quieres en tamaño cine, de noche, con estrellas, palomitas, una manta y una temperatura de lo más agradable ;) 

Sabadito en casa disfrutando del sol que me he traído conmigo. El domingo me llevaron a Peggy's Cove, un pueblo costero de aproximadamente sesenta habitantes, lleno de pescadores, barcas y casas de colores. Con su faro y sus rocas es el punto turístico más visitado de esta zona de la península. Desde luego con esa brisa marina, acompañada de un sol de lo más reconfortante es un sitio precioso al que merece la pena ir y fotografiar un rato, así como comprar unos cuantos souvenirs artesanales de la zona.
Y a zambullirse de lleno en mi segunda semana.






Banquete para la peli

Outdoor movie night
Peggy's Cove


Faro de Peggy's Cove




Mackenzie y yo
Yo con el faro de Peggy's Cove




11/9/11

Lo que por aquí.

De todo un poco. La verdad es que el funcionamiento del colegio y la vida social es básicamente como el del interior de una película americana. El instituto es un edificio grande de dos plantas y pasillos anchos con alrededores generosos, campo de fútbol y aparcamiento. El curso se divide en semestres y en cada uno das cuatro asignaturas, las cuales tienes todos los días en distinto orden. El día tiene 5 horas de clase por lo cual cada día repites una de tus cuatro asignaturas y los viernes se alterna. Un recreo para "comer" de aproximadamente 45 minutos separa la tercera de la cuarta clase. La mayoría de alumnos vienen en el mítico autobús amarillo, por lo que todas las mañanas puedes ver abundante tráfico de autobuses de película en el parking o entrada del instituto. La mayoría de los que no usan el school bus conducen y tienen su propio coche. Claro, ten en cuenta que el instituto aquí son cuatro años (grades 9-12) que equivaldrían a tercero y cuarto de la ESO junto a todo bachiller.  Desde los dieciséis la gente puede conducir y de hecho lo hace puesto que hasta entonces dependen por completo de sus padres, debido principalmente a las grandes distancias y a la poca y mala funcionalidad  del transporte público. Así pues, el cincuenta por ciento de alumnos de un instituto conduce. Esto explica el aparcamiento y su tamaño (sólo para los profesores no tendría sentido) y también permite a los estudiantes salir a la hora de comer, coger el coche, conducir hasta la ciudad y comer algo de tipo  McDonalds, Subway o derivados, así como el típico vaso de Tim Hortons, té, o chocolate caliente que puedes ver bastante a menudo en las manos de alguien. A esto también contribuye el hecho de que en las clases por lo general está permitido comer, beber y no es de extrañar que el profesor esté explicando con un chicle en la boca. 
La gente es como lo demás. Muy americana. Mucha variedad. Mucho de todo. Desde el grupito de rubiales altos y ruidosos con gorra, al gordo del equipo de fútbol (americano, of course) pasando por toda clase de grupos sociales y estilos musicales. Por no hablar de la cantidad de piercings y tatuajes que la gente tiene por cosa habitual. Claro que sin permiso parental tienes que esperar hasta los trece para hacerte un piercing! Imaginaos el panorama. El número de amigos con algún tatuaje o piercing como mínimo se dispara, y a determinadas edades lo raro es ser normal. Respecto al look de las chicas todo es más sofisticado. Lo sorprendente es que una chica no lleve un gramo de maquillaje a partir de grade ten (4° de ESO). Pero lo más flipante es estar en el baño o dormitorio de alguna de ellas. En mi casa viven tres chicas sin contar conmigo, de 11, 15 y treintapico años y si juntas el maquillaje de las tres no cabría en un baño donde no hubiera otra cosa. Por no hablar de las cosas para el pelo, entre secadores, planchas, tenacillas (todo ello en plural) y algunas variantes de todo lo anterior suman mas de diez con tranquilidad. En casas donde no hay tanto espacio, simplemente cualquier niña mayor de 12 o 13 tiene un tocador propio en su habitación con la superficie y cajones repletos de utensilios, productos y herramientas que podrías no saber para que sirven así como una amplia gama de colores en sombras de ojos y pintauñas. Pero ya he dicho, lo raro es no ir maquillada, no haberte planchado o rizado el pelo y no llevar las uñas pintadas si no con dibujitos o piedrecitas en ellas. Esto es América, apariencia y comercialismo. Eres quien eres por como luces, los amigos de los que te rodeas, el novio con el que sales, el curso en el que estás y tu puesto en el roll de un instituto. Popularidad y being cool. En una sociedad donde marca tanto tu imagen o puesto, es tan normal ser popular como ser un don nadie a veces falta más punto medio y originalidad. No sé si todo esto es el mensaje apropiado en una vida en el que lo que consigues o quien eres no te lo van a dar lo que piensen los demás, si no el luchar tus metas y ser tú mismo. En cualquier caso esa visión de la sociedad les consciencia más de la importancia de la imagen y en todo en general se preparan más para el futuro. Seguido de la cantidad de cosas propias y lo de tener un coche va lo de tener un trabajo. A partir de los dieciséis todo el mundo tiene un trabajo, pero una inmensa mayoría desde unos años antes se apaña babysitteando ya sea niños o mascotas o trabajando en donde de la talla para pagarse el seguro del coche y sus gastos.
Pero vamos, que la gente en Canadá por lo que he tenido oportunidad de conocer, o más concretamente en la costa atlántica (parece ser que hay diferencia) es cercana y atenta. He recibido muy buen trato desde que llegué y no se les puede pedir más. Con la familia he tenido mucha suerte y partiendo de ahí ya viene lo demás. Son cuatro. Los padres, mi host-sister y la hermana pequeña. Son gente abierta, amable, fiestera y ruidosa, que no han dudado un segundo en poner a mi alcance todo lo que necesito y hacerme sentir querida y en casa. Es una relación sana y de confianza de la que en poco tiempo ambos lados estamos muy orgullosos. Mackenzie, mi host-sister, es una chica lanzada, simpática y con personalidad, rodeada de amigos deseosos de conocerme y hacerme una más, conocida por todos. A ella le debo el 50% de mi éxito, de mi integración y de la gran y espero duradera amistad que me llevo a casa. Gracias a ella sólo me ha quedado saberme la letra de la macarena y la gasolina ( éxitos internacionales) y decir algunas parrafadas en español mientras me miran muchos pares de ojos alucinados para que me llenen el Facebook de peticiones con nombres que no recuerdo y con comentarios halagadores en un "español" de traductor.
De todo un poco.



8/9/11

21 de septiembre de 2011

First day.

¿Os suena eso de que el primer día de clase es horrible? ¿Esa incómoda sensación de ser nuevo y no conocer a nadie? Vale. Ahora imaginaos que a eso le añadimos el ínfimo detalle de que TODO lo que transcurre a tu alrededor; TODAS las conversaciones, los saludos y reencuentros, las presentaciones; TODOS los carteles, los nombres; TODAS las clases, los libros, las fichas, los exámenes, la agenda; TODOS los profesores, compañeros, conserjes; hablan/están escritos en inglés. Es como si estuvieras viendo un espectáculo desde fuera sólo que estás dentro. No puedes girarte y comentarlo con el de al lado, tienes que encargarte de ser parte del espectáculo. De entenderlo, comunicarte, de leer, saludar, escribir, preguntar, contestar TODO en inglés.
Imaginaos que en lugar del sentido del oído fuera el de la vista. Estás acostumbrado a verlo todo, los colores, las texturas, las formas, las distancias allá donde te alcanza la vista, vale? Pues ahora de repente estás medio ciego, notas un montón de borrones, de colores difusos y algunas formas distorsionadas de las conversaciones que te rodean. La única zona en la que ves decentemente es allá donde dirijes la mirada con atención. Esto funciona, claro, ves lo que estás mirando. Pero, en serio, imaginaos que de repente os sumergis en un mundo en el que para ver medioborroso necesitas mirar cada cosa con atención , y sólo comprendes satisfactoriamente allá donde estes mirando en cada momento. Afortunadamente veo perfectamente, puedo observarlo todo y comentarlo mentamente, porque no es la vista, es el oído y por más que mires atentamente a los labios o los ojos de la persona que te está hablando no vas a cambiar su acento o la velocidad con la que se dirige a ti en un idioma que hasta ahora sólo había estado en un segundo plano y que ahora es lo único que hay y tu única herramienta. No es  mantener una conversación, leer un texto o un cartel, entender la letra de una canción, ni si quiera ver una peli. No. Son todas ellas, más todas las pequeñas cosas que haces en tu día a día. Es vivir en inglés. 

Por el momento es mi primer día de clase en inglés de mi vida en inglés.


6/9/11

17 de septiembre de 2011

Something new.

And then you have to start, everything. Life as you knew isn't anymore, you have a new one, a nice and cool one, only for a couple of months? Yes, but it is still new, your picture is just white, you have great things to mix and you can get whatever you want, but for the moment you don't have anything. You have to create it, whatever it is, you can dream and you can get your price, but everything is on you. On the painter, on the player, on the writer. And you have to be an artist, a winner but you also have to be strong.


5/9/11

En el aire.


 Hace rato que estoy en el avión, en el primero de los tres que tengo que coger hoy. Puede parecer cansado, puede parecer emocionante, como lo está siendo, de hecho, es simplemente un cúmulo de emociones que no se decanta por ninguna, pero no es sólo eso. No en el avión, no en el aire. En este punto del viaje, una vez abrochado y desabrochado el cinturón de seguridad, dichos los avisos importantes desde cabina, una vez que todo el mundo intenta dormir, escucha música o lee la revista de turno;  yo miro por la ventanilla. Veo nubes, veo sol, todavía puedo ver algo de lo que hay ahí abajo bien lejos. Pero más que lo que veo es lo que no veo, el aire. No lo veo, pero estoy en él. Tener esa certeza tan evidente es lo que en este momento me proporciona una pausa entre todo el tráfico de emociones para dar paso a la calma y la felicidad. Cuando estás en el aire, es como si estuvieses en suspense, estás una cantidad de tiempo en el avión y cuando sales ya no estás en el mismo sitio, en el mismo país, puede que ni si quiera en el mismo continente. El aire es como una dimensión que te atrapa, te da el tiempo que necesitas, lo para, y te lleva, te transporta. Si estás en el aire, significa que estás viajando, por tanto, llegas lejos. Estar en el aire es salir por unas horas del mundo de ahí abajo y bajar cuando éste ya es otro para ti, otro sitio, otra vida. Ese pensamiento me produce paz. Llegar lejos, aterrizar en otro lugar, ir, volver, no es lenguaje de sueños?



De momento no necesito dormir, ni mirar la revista, no hago mucho caso a la letra de la canción que suena en mi ipod, no pienso en lo largo y cansado que va a ser el resto del viaje. Por unos minutos me basta con saber que estoy en el aire.


4/9/11

15 de septiembre de 2011

Despedirse.

 Lo has hecho miles de veces, de mucha gente. Ya no sabes cuántas veces lo has hecho o de quién y de quién no. Y sin embargo, parece que queda todo muy lejano, a la hora de la verdad te encuentras asomada en el marco de la puerta, sin saber muy bien si entrar o salir, con las maletas en el centro de una habitación vacía, con la necesidad de emplear en algo útil tus últimos 5 minutos allí y no pensar demasiado en lo que estás a punto de comenzar. Prolongar el momento nervios, gritarle a alguien que ya! Que ya te vas! Despedirse. Otra vez? No. No hay nadie, ya lo has hecho, el mundo sigue girando aunque tú te hayas parado esos 5 minutos y el único siguiente paso posible es avanzar. Dices adiós mentalmente, esta vez la última. Sacas las maletas, cierras la puerta en un gesto inconsciente de conservarlo todo igual, reservar y asegurar tu espacio a tu regreso. Cojo el bocadillo que me ha preparado mi abuela para el largo viaje, aunque no me puedo imaginar teniendo hambre. Me despido de mis abuelos, las únicas personas que me quedan, en la última etapa de esta despedida, Madrid. Dos o tres abrazos, unas frases de aliento, ojos orgullosos, nervios y sonrisas. Salgo con todos los bultos. Cierro la puerta del último tramo. Aeropuerto, ya. Tanto tiempo, sin terminar de creértelo, de asimilarlo, tantas frases, buenos deseos, tantos abrazos, despedidas (pero es que yo me voy...?) Sí. Y ya. Cierro el maletero del coche y me siento en el asiento del copiloto a la derecha de mi padre, la persona que me va a acompañar los eternamente efímeros minutos, la última cara conocida que veré cuando me adentre en las prisas y esperas de los aeropuertos, la primera que veré dentro de dos meses. Pero entonces yo habré vivido muchas cosas, habré ido y habré vuelto.
Aeropuerto.





3/9/11