Hace rato que estoy en el avión, en el primero de los tres que tengo que coger hoy. Puede parecer cansado, puede parecer emocionante, como lo está siendo, de hecho, es simplemente un cúmulo de emociones que no se decanta por ninguna, pero no es sólo eso. No en el avión, no en el aire. En este punto del viaje, una vez abrochado y desabrochado el cinturón de seguridad, dichos los avisos importantes desde cabina, una vez que todo el mundo intenta dormir, escucha música o lee la revista de turno; yo miro por la ventanilla. Veo nubes, veo sol, todavía puedo ver algo de lo que hay ahí abajo bien lejos. Pero más que lo que veo es lo que no veo, el aire. No lo veo, pero estoy en él. Tener esa certeza tan evidente es lo que en este momento me proporciona una pausa entre todo el tráfico de emociones para dar paso a la calma y la felicidad. Cuando estás en el aire, es como si estuvieses en suspense, estás una cantidad de tiempo en el avión y cuando sales ya no estás en el mismo sitio, en el mismo país, puede que ni si quiera en el mismo continente. El aire es como una dimensión que te atrapa, te da el tiempo que necesitas, lo para, y te lleva, te transporta. Si estás en el aire, significa que estás viajando, por tanto, llegas lejos. Estar en el aire es salir por unas horas del mundo de ahí abajo y bajar cuando éste ya es otro para ti, otro sitio, otra vida. Ese pensamiento me produce paz. Llegar lejos, aterrizar en otro lugar, ir, volver, no es lenguaje de sueños?
4/9/11
Soberbio contraste. Tú, en el aire. Yo, con la baba...
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